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martes, 28 de diciembre de 2010

EGOENCIA

¿Hacia dónde vamos?
Vamos hacia la Unión de la Conciencia Individual con la Conciencia Cósmica.
Algún día todos llegaremos a la Unión con la Conciencia Cósmica mediante la expansión del estado de conciencia individual y el amor.
¿Cómo nos aproximamos a ese estado?
Egoencia expresa un estado del alma: significa perfecta individualidad, pero expansiva y participante, con un sentido trascendente de la vida; con la familia, la sociedad, la humanidad, el cosmos, lo divino.
El ser humano marcha hacia la divinidad luchando entre las posibilidades intelectuales exactas y el libre fluir de la intuición, entre las limitaciones de los factores biológicos y de herencia y las posibilidades que anhela realizar, siempre oscilando entre pares de opuestos: poder y no poder, evolución y estancamiento, ser y no ser.
Para sobreponerse a la lucha entre los pares de opuestos es indispensable que el ser humano se conozca a sí mismo. Cuando uno se pone en contacto con su verdadera identidad cambia la manera de ver la realidad. Los aspectos superficiales de nuestra vida pierden la gran importancia que solíamos darle y sólo los problemas fundamentales adquieren valor. El ser humano se hace egoente, comienza a valorar su individualidad espiritual, su ser real.
El alma descubre que lo que ella creía su yo no es más que una personalidad exterior formada por la combinación de una serie de hábitos de pensar, de sentir, de expresarse y de interpretar la vida, a veces adquiridos conscientemente y otras en forma inconsciente y automática.
Ella comprende claramente que su personalidad exterior no constituye su verdadero ser. Es así que los problemas fundamentales se presentan con toda su magnitud. Ella los resuelve en su propia vida a través de la reserva y transmutación de la energía, de la pureza de los sentimientos y de la claridad de las ideas.
El ser humano egoente, entonces, aprende a enfrentar los problemas que afligen a todos los seres humanos, atendiendo siempre a las cuestiones fundamentales. Cuando se concentra la atención en asuntos egoístas y de importancia relativa se gasta inútilmente la energía y se aumenta la confusión de ideas y sentimientos. En cambio, cuando se concentra la atención en los aspectos fundamentales de la vida, se pueden descubrir las causas de los problemas del mundo y colaborar en su solución con participación efectiva, amor expansivo y trabajo desinteresado.
Cuando el alma se reconoce a sí misma y se fija espiritualmente en su interior, descubre las posibilidades de su egoencia. Ese descubrimiento se manifiesta como expansión interior e irradiación espiritual, y es lo que distingue la realización espiritual de las desviaciones místicas. Las desviaciones inducen al alma al encierro dentro de un goce egoísta que no le permite realizar nada efectivo para ayudar a los demás. Esto muestra que el alma no está recorriendo el camino del desenvolvimiento interior.
La felicidad interior da a la vida espiritual un valor efectivo porque inspira y mueve al alma hacia la acción noble y desinteresada.
A través del reconocimiento de su ser real y de su continua expansión interior, el alma multiplica sus fuerzas y abre su conciencia al universo. Ya no percibe como opuestos la grandeza de la eternidad y la pequeñez del ser humano; en su interior esos extremos aparentes se unen en un estado simple de ser.
Cuando el alma se descubre a sí misma, se hace egoente, toda disparidad desaparece, toda contradicción tiene un valor relativo porque ella permanece en la Conciencia Cósmica, participando del conocimiento de lo divino.

LA VOCACION ESPIRITUAL

El Despertar Espiritual

Todos los seres humanos sienten en algún
momento de su vida, el deseo de ser mejor y mas
bueno: el resplandor de la Vocación Espiritual alumbra
la mente del buscador. Es el momento del Despertar
Espiritual, de progresar, que se presenta una sola vez
en la vida del ser humano.

¿Cómo reconocer el Despertar de la Vocación
Espiritual? Los seres humanos vivimos y nos esforzamos  en el mundo movidos por alguna vocación.

Las vocaciones humanas están relacionadas con la
actividad, con la acción de las personas. Por ejemplo
un docente tiene vocación para enseñar, un médÍco
para curar, un músico para ejecutar la músÍca, etc.
Estas vocaciones generalmente identifican al ser
humano con lo que hace y ello constituye el sentido de
su vida, su destino y puede ser realizado o no.

En general se puede decir que el destino de una
persona esta determinado por su vocación. Así, un
médico vivirá como otros médicos, se reunirá con
otros médicos y concurrirá al círculo de los
médicos. Lo mismo ocurre con escritores, poetas,
pintores, actores, políticos, músicos, etc. Para que se
cumpla el destino es necesario realizar la vocación.

Hay otra Vocación, más amplia, profunda,
integral, que abarca todos los aspectos de la vida del
ser humano afectando su sentido de Ser y se llama
Vocación Espiritual. La Vocación Espiritual es la
fuerza que le permite al ser humano unirse a Dios.

 La Vocación Espiritual es diferente a las demás
vocaciones porque define un sentido de vida mas allá
de las acciones: implica el desenvolvimiento espiritual
del alma incluyendo sus actos, sus pensamientos y
sentimientos. Pero la Vocación Espiritual por sí sola
no es suficiente para lograr el desenvolvimiento espiritual y alcanzar la Unión Divina: hace falta un esfuerzo acorde con la Vocación para que esta pueda ser cumplida en el mundo.

Las almas que sienten el llamado de su Vocación
Espiritual tienen también un destino pre-establecido:
vivirán de acuerdo con su Vocación. Realizar la
Vocación Espiritual es realizar el destino del Alma:
Unirse a lo Divino.

La Vocación de Renuncia es una Vocación
Espiritual y las almas que la poseen no descansan
hasta encontrar el Camino donde puedan realizarla.

La Vocación de Renuncia es la fuerza que impulsa
al alma hacia la Unión Divina y el Camino de la
Renuncia es la línea que traza el desenvolvimiento
espiritual del alma hasta consumar dicha Unión.